Denny Otaño se sienta pensativa en la parte baja de su vivienda frente a la estructura de la empresa Polyplas hecha añicos. Como otros vecinos de Villas Agrícolas, no ha podido retomar la rutina interrumpida abruptamente el pasado miércoles por la explosión debido a un escape de gas que aún mantiene en vilo a miles de familias en ese sector de la zona norte de la capital.
Ayer fue un lunes diferente en ese barrio con perfil residencial e industrial, muy distante de las actividades propias del inicio de la semana laboral, en un lugar donde el bullicio de vendedores ambulantes y el ir y venir de presurosos estudiantes forman parte de su cotidianidad.
No habrá clases hasta el próximo miércoles en los centros educativos públicos y privados del entorno. El personal docente y administrativo de los diferentes planteles, tan afectado como los alumnos, ayer comenzó a recibir el apoyo psicológico que posteriormente deberá transmitir a los estudiantes el día que retornen a las aulas.
La tragedia por el escape de gas en la empresa dedicada a la fabricación de plásticos, con un saldo hasta ahora de ocho muertes y cerca de 90 heridos, trajo consigo el drama de familias momentáneamente separadas, como es el caso de Otaño, quien no ha podido reintegrarse a su trabajo y junto a sus hijas duerme en casas de amigos. “Lo que consigo me lo como en la calle”, expresó mientras observa los destrozos causados a su vivienda ubicada en el tercer nivel de la calle Sagrario Díaz.
La escalera en espiral que permite acceder a su casa quedó inhabilitada y ahora debe entrar por una lateral que le facilita llegar a su hogar luego de atravesar la vivienda de su vecino más cercano.
Mientras Rosa María Martínez, con 53 años residiendo en el sector, colocaba en las primeras horas de la mañana una “bomba ladrona” para abastecerse de agua auxiliada por una planta que aportó la empresa Polyplas, convertida parcialmente en un amasijo de polvo y concreto. “Todavía recojo vidrios”, dijo en su afán por devolverle a su casa la armonía que perdió en un abrir y cerrar de ojos.
Su vecina del segundo nivel Frailin Rodríguez ha tenido que llevar a su hijo de once años donde un familiar en Villa Mella y ella quedarse en la casa de una compañera de trabajo. “Todo ahí arriba es un desastre, ahí no hay puertas, no hay ventanas, los muebles están partidos y la cama dañada”, expresa.
Cuenta que su hijo ha quedado tan traumatizado que hizo una crisis cuando le habló de la posibilidad de retornar a Villas Agrícolas.
Otra vecina reveló que el domingo en la noche tuvo que “entrar a la mala” a su vivienda a buscar unos medicamentos para la presión de su madre, debido a las restricciones impuestas por el personal policial y militar en la zona.
Xiomara Modesto, residente en una casa también ubicada frente a la empresa colapsada, se queja por la lenta recuperación y la escasa asistencia a los afectados.
“Cuando comencemos a recoger es que sabremos el verdadero daño”, mani- festó sobre el desastre, que no sólo abarca estructuras, sino también enseres del hogar.
Cerca de las 10:00 de la mañana una brigada de la compañía de electricidad del Este (EdeEste) inició los trabajos para el restablecimiento del servicio eléctrico en la zona afectada y otra de la Comisión Policial y Militar del Ministerio de Obras Públicas (Comipol) evaluaba las necesidades más inmediatas de los afectados.
El operativo de búsqueda de cadáveres bajo los escombros a cargo de personal del Comité de Operaciones de Emergencias (COE), con el apoyo de técnicos puertorriqueños y perros adiestrados, ya fue suspendido y, según el subdirector del COE, Eddy Olivares, corresponde a la empresa Polyplas retirar el amasijo de piedras, bloques y polvos en el inmueble.
Reveló que comenzaron a rehabilitar los servicios de electricidad y telefonía, además de las viviendas dañadas por la explosión, lo que ha permitido, según el funcionario, intervenir 85 hogares con el apoyo del Ministerio de Obras Públicas.
Precisó que ya no buscan más víctimas bajo los escombros porque no quedan personas desaparecidas. “Si 48 horas después de la recuperación del último cadáver no tenemos familiares haciendo reclamos aquí, es porque no tenemos desaparecidos”, agregó.
José Muñoz, expresidente del club Los Pioneros, una instalación deportiva con 46 años instalada en el sector, reveló que ayer intentó volver a la zona afectada y retornó de inmediato a su casa porque casi se desploma. “Estoy vivo para contarlo”, dijo el dirigente comunitario, quien asegura que a los moradores les tomará años superar el trauma dejado por el suceso.
Él estaba en la cafetería del club cuando una lluvia de piedras, hojas de zinc y otros objetos aterrorizaron a empleados y vecinos que se habían aglomerado frente a la instalación deportiva. Tiene moretones en sus brazos y piernas por el impacto de las piedras.
Explica que gracias a la tanda extendida la tragedia no fue mayor, ya que el impacto hubiera sido mayúsculo con el horario anterior de salida de estudiantes al mediodía.
Michelle Carela, empleada de una cooperativa cercana al lugar, declaró que casi no duerme después de la tragedia, al explicar que fueron dos explosiones con una diferencia de dos minutos.
A Duarte Esteban Batista, otro empleado de la cooperativa, una plancha de zinc le provocó una herida en su mano izquierda de la que ya se ha recuperado, aunque todavía mantiene vivo el recuerdo del desastre que estuvo a punto de acabar con su vida.
Para subsistir, Marilyn Reyes ha quedado luego de la tragedia a merced de sus vecinos, quienes la suplen prácticamente de todo. Lamenta que desaprensivos aprovecharon el suceso para robar dos televisores y una computadora en su casa.
Huellas en centros educativos
En las escuelas España y Doce Juegos varios padres que llegaron con sus hijos uniformados a pie y en motocicletas, fueron devueltos a la entrada de ambos los planteles.
Leslie Gerónimo, psicóloga de la Escuela Doce Juegos, explicó que no solo los niños sufrieron ese trauma, sino también los docentes y personal administrativo, a quienes ayer orientaban para que puedan asistir a los estudiantes cuando retornen a clases mañana miércoles. “Yo fui una que después de la tragedia no podía oír nada porque me espantaba”, indicó desde la puerta del centro educativo.
En el politécnico Manuel Aurelio Tavárez Justo los padres fueron convocados a una reunión con sus hijos que se realizó en el patio del liceo.
“El protocolo se aplicó correctamente, los niños fueron evacuados y llevados a un punto de encuentro”, explicó a los padres Eleazar del Rosario, coordinador del departamento de Psicología del plantel.
El profesional de la conducta aclaró a los progenitores que llegaron ese día angustiados por la suerte de sus hijos que “no fueron secuestrados, preservamos sus vidas y en cinco minutos todos estaban en el parqueo”.
La directora del politécnico, Elsa Arias, afirmó que poco a poco retornan a la normalidad con las reparaciones hechas al plantel, pero queda pendiente trabajar la parte emocional que entiende tomará más tiempo. “Estamos en ese proceso”, agregó.
Mientras los padres recibían las explicaciones de las autoridades educativas, los estudiantes conversaban en pequeños grupos sobre la realidad que vivieron ese día.
Enmanuel Mejía, estudiante de sexto grado de 17 años, estaba dentro de un aula cuando ocurrió la explosión que le provocó una herida donde ahora tiene ocho puntos de sutura producto de una ventaja que se desprendió. “El ambiente que se vivió ahí fue caótico, todo el mundo corrió”, recordó.
Otra estudiante del plantel relató que teme regresar a clases porque piensa que la tragedia podría repetirse, mientras una de sus compañeras del mismo nivel expresó su pavor por una eventual contaminación en el entorno.
“Siento que huele a muerto”, exclamó.
La directora de la Escuela España, Mercedes de León, informó que también están inmersos en la tarea de brindar asistencia psicológica al personal y docentes para ponerlos en condiciones de recibir a los estudiantes.
La educadora indicó que el ministro de Educación, Andrés Navarro, estuvo el pasado domingo allí y dispuso que la reparación de daños se realice en el menor tiempo posible.
Un grupo de educadores platicaba en horas de la mañana a la entrada del plantel, donde el tema obligado era la tragedia del pasado miércoles.
“Hay un trauma pero no nos impedirá cumplir con nuestro deber de ayudar a nuestros estudiantes que todavía están asustados”, declaró Altagracia Rodríguez, maestra de formación integral.
En la entrada de un negocio ubicado frente a la Escuela España, su propietario ajustaba la nueva puerta de cristal que ya colocó con sus propios recursos para suplantar la que ondas expansivas del estruendo hicieron trizas.
Igual han hecho propietarios de otros establecimientos comerciales para volver a la normalidad, pero en las viviendas ubicadas frente a la estructura colapsada, seriamente afectadas por la explosión, la recuperación sigue aplazada.
En el hogar de Otaño, su esposo Juan Rafael Feliz pasaba ayer en la mañana revista a los destrozos causados por la explosión. Cuenta que salvó milagrosamente la vida porque salió en ese instante a realizar una “chiripa” propia de su oficio de mecánico.
La hija menor de once años de Otaño jugueteaba en ese momento con su perrita chihuahua “Nuna”, a poca distancia de su gata angora “La rubia”, que lamía su pelaje blanquiamarillo para borrar las huellas que le dejó el desastre.
Ambos animalitos sobrevivieron al vendaval de piedras que destruyó el frente de su casa y los enseres, llevándose de paso la paz del hogar. “Es rodando que andamos”, dijo con pesar Otaño, a quien al llegar la noche le preocupa dónde la familia terminará de pasar el día.
Fuente: Listin Diario
Publicar un comentario